Si hay una Casa hermética con un perfil claro desde el nacimiento de Ars Magica, esa es sin duda la Casa Flambeau. Magos especializados en el fuego y la destrucción, por lo general de personalidad belicosa y dispuestos a resolver casi cualquier discusión con una bola de fuego. Al menos así era hasta la quinta edición, en la que la casa sufrió una pequeña revisión, ajustándola más a lo que sería un caballero-andante-mago con el honor y la gloria como objetivo, siempre dispuesto a participar en una buena batalla, y si es por una buena causa, mejor que mejor.
Esa revisión ha supuesto también algunos cambios en la biografía del propio Flambeau, el Fundador. En anteriores ediciones, Flambeau era un auténtico héroe. Su historia, tal y como se nos narra en Tribunals of the Order: Iberia, está sumida en las brumas del pasado remoto y tal vez engrandecida por los seguidores de su Casa, pero cautiva la mente de cualquier lector. Nació en 698 con el nombre de Reculed Annaeus Séneca, en el suroeste de la península Ibérica, en el seno de una familia con tierras y dinero. Apenas se saben detalles sobre su juventud, pero hay constancia de que desde joven entrenó como guerrero. En 712 su vida cambió cuando un extraño le convenció para abandonar a su familia y explotar el Don que tenía en su interior. El extraño era Delendar, experto en las artes más destructivas de la magia, quien emprendió a toda prisa el adoctrinamiento de Reculed. Este demostró ser un estudiante sagaz, enseñando a Delendar posibles aplicaciones de su magia en un campo de batalla. Pronto los dos dejaron atrás la relación de maestro y alumno para convertirse en dos iguales, casi como un padre y un hijo con un objetivo común.
Ese objetivo, claro, era la defensa de la Cristiandad en la península. Aunque eran solo dos magos, sus nombres pronto empezaron a ser reconocidos por el enemigo, y su presencia provocaba la huida de las tropas musulmanas más timoratas. Fue por entonces cuando Reculed empezó a especializarse en la magia de fuego por la que sería recordado posteriormente. Enfurecidos, los líderes musulmanes reunieron a un grupo de poderosos hechiceros a los que encargaron la tarea de eliminar a los dos magos. Y consiguieron su objetivo, al menos en parte, en una batalla librada a los pies de los Pirineos. Tras ser emboscados Reculed y Delendar por los brujos, el primero quedó separado de su maestro, que sufrió toda la furia de los ataques enemigos. Delendar era un mago formidable y presentó batalla, pero acabó cayendo ante sus andanadas mágicas. Reculed, que volvió a la batalla a tiempo de ver morir a Delendar, liberó toda su furia contra los brujos, exterminándolos a casi todos. Solo unos pocos escaparon de la matanza.
A partir de ahí la leyenda de Reculed se engrandece. Deprimido, cruzó los Pirineos para aliarse con los nobles del sur de Francia. Fue entonces cuando adoptó el nombre de Flambeau. Pero ni siquiera allí pudo librarse de sus enemigos: los musulmanes también cruzaron la cordillera, y solamente fueron frenados en la histórica batalla de Tours, por unas fuerzas francas lideradas por Carlos Martel… y con Flambeau echándoles una mano contra los hechiceros árabes.
Poco más tarde, Flambeau sería abordado por una mujer llamada Trianoma. Representaba a Bonisagus, un mago cuyo sueño era formar una alianza con los magos más poderosos de Europa. A Flambeau, que relacionaba la magia con la violencia, la propuesta le pareció casi ridícula, y solo una demostración práctica de la Parma Magica le convenció para la causa. Pronto viajaría a Durenmar y se uniría al resto de Fundadores en la creación de la Orden de Hermes. Pero aun como mago hermético, Flambeau seguiría obsesionado con vengarse de los hechiceros que habían matado a Delendar. Cometió constantes infracciones menores del Código, y habría ido mucho más allá de no ser por la vigilancia constante a la que le sometían Guernicus y sus Quaesitoris. También estaba convencido de que pese a todo su poder, no estaba a la altura de sus enemigos, y la mejor forma que encontró para practicar sus artes fue viajar por toda Europa junto a su primer aprendiz, Apromor, buscando a magos o brujos que no se hubieran unido a la Orden para «resolver» la situación de una otra manera. Eran los tiempos de la famosa oferta «Únete a nosotros o muere».
El fin de Flambeau estuvo a la altura de su vida: tras morir Abderramán, reunió un grupo de sus aprendices y todo el vis que encontró y lanzó una ofensiva hacia el sur, reclutando tropas cristianas por el camino. Pronto su ejército se cruzó con uno musulmán con un contingente de brujos árabes. Por desgracia Flambeau no había elegido bien a sus aliados mundanos y a la primera muestra de magia enemiga, huyeron despavoridos. Flambeau y sus pocos discípulos acabaron acorralados en una torre, defendiéndose desesperadamente. Los musulmanes les atacaron una y otra vez, y aunque cada vez eran rechazados por el poder de los magos herméticos, siempre volvían a intentarlo. Llegado un momento dejaron de atacar a los magos para atacar la torre propiamente dicha. Consciente de que no había salida posible, Flambeau tomó una decisión definitiva: reunió todo el vis que tenía y lanzó un encantamiento de proporciones terribles que barrió la torre y buena parte del valle donde se encontraba. Cuando se levantó el polvo, lo único que quedaba de la torre eran unos pocos cascotes.
Épico, ¿no? Pues bien, como decía algunas partes de esta historia han cambiado en quinta edición, tal y como se cuenta en Houses of Hermes: Societates. Para empezar, Flambeau es gascón de nacimiento, y no sabemos su nombre. Este podría parecer un cambio menor, pero borra de un plumazo la intensidad con la que Flambeau defiende la península de los ataques musulmanes, que en este caso se vería justificada por su fervor religioso. Pero la cosa no acaba ahí: Flambeau conocería al que sería su maestro de forma muy diferente: tras ser herido por una flecha, un extraño personaje le curaría de forma milagrosa. Era Laberius (sí, Delendar ha sido eliminado), quien identificó el Don del joven y le tomó como aprendiz. La siguiente parte es bastante reconocible; Laberius y su pupilo se pusieron al servicio de un noble de la península Ibérica, se enfrentaron a los musulmanes y Laberius murió en una emboscada preparada por hechiceros árabes, o sahirs, como ya se les llama en esta edición.
Tras morir Laberius, Flambeau se encerró en una cueva de los Pirineos, donde perfeccionó su arte en base a lo que había aprendido de su maestro. Tardó varios años en convertir un encantamiento menor que creaba chispas y pequeñas llamas en lo que hoy se conoce como el Pilum de Fuego, volvió a Iberia y, tras acabar con los sahir que habían matado a su maestro, se convirtió en una figura temible en la Reconquista. Había matado a una docena de hechiceros cuando Trianoma le abordó para unirse a la Orden.
El Flambeau hermético de quinta edición también difiere del anterior. Si antes era un personaje colérico y vengativo, ahora, sin olvidar su lado más impulsivo, aceptaba la Orden con más benevolencia. Aún más importante, no se dedicó a practicar sus artes persiguiendo a magos no herméticos. De hecho, solo hay un caso documentado en el que pronunció la famosa frase de «¡Únete o muere!», y fue por petición expresa del mismísimo Bonisagus. Este Flambeau más conciliador consideraba que la asimilación de tradiciones no herméticas no debía realizarse por la fuerza, sino de forma más progresiva… salvo en el caso de los sahirs, claro. De hecho se convirtió en un avezado negociador, y reclutó a muchos más magos mediante la diplomacia que con la fuerza.
Sin embargo, el mayor cambio entre ediciones se produce con la muerte del Fundador. En el año 820, Flambeau se había convertido en un anciano frágil, a causa de un ritual de longevidad débil. Una mañana salió de Val-Negra con rumbo desconocido… y nadie le volvió a ver. Algunos, como Apromor, sostenían que una vez más había salido en busca de sahirs. Tal vez quería luchar con ellos por última vez y morir en combate, o tal vez solo quería firmar la paz. Otros, entre ellos su otra gran aprendiz, Elaine, recordando su devoción religiosa, sostenían que se había enclaustrado en un monasterio, renunciando para siempre a la magia. Sea como fuere, Flambeau no regresó, y su nombre pasó a convertirse en una leyenda.
No es lo mismo, ciertamente. Este nuevo Flambeau pierde una parte del carácter épico que todos reconocemos en su Casa y que le convertía en uno de los Fundadores más carismáticos. Ciertamente algunos de estos cambios eran necesarios habida cuenta de esa revisión que ha sufrido la Casa. Hay dos, sin embargo, que resultan especialmente delicados: el nacimiento y la muerte de Flambeau. Como decía antes, un Flambeau francés le quita carácter a su ferviente lucha en la Reconquista, aunque siga siendo plausible por esa devoción religiosa antes mencionada. Tengo más dudas con su muerte, donde se cambia un final épico (con ese big bang final en la torre) por uno más misterioso. Pero en serio… ¿alguien ve a Flambeau retirándose a un monasterio para meditar sobre lo divino y lo humano? Ese sí que es un cambio que cuesta aceptar. De hecho es un cambio que ha hecho correr ríos de tinta electrónica en foros y listas de correo dedicados al juego, y no le faltan detractores. Yo prefiero creer que fue a buscar a los sahirs por última vez, bien para luchar contra ellos, bien para firmar la paz antes de morir. Aun así, tampoco creo que mantener el final original le hubiera restado credibilidad a esta «nueva» Casa Flambeau, sobre todo porque sigue conservando ese carácter agresivo aun en esta edición.
Pero este es el canon actual, sí. A unos les gustará y a otros no. Y si no, uno siempre puede alterar la realidad de su propia campaña y decir que Flambeau sí que murió en esa torre…
Francesc Castellanos
21 julio, 2014 at 10:37 am
Yo creo que quizá lo mejor sería hacer un machihembrado de ambas historias… Probablemente debe ser una solución ya propuesta en los foros.
Teotimus
21 julio, 2014 at 10:53 am
Sí, en los foros lo que se critica más es el cambio en la parte final. Todo lo anterior es bastante consecuente con la «nueva» Casa Flambeau, pero ese final tan espectacular… Cuesta de reemplazar, la verdad. Hay quien sigue manteniéndolo como «canon».
Francesc Castellanos
21 julio, 2014 at 11:27 am
Cuando yo jugaba con vosotros, recuerdo que a varios de los jugadores se la traía al pairo el como era el origen de sus personajes, ni como era su casa ni como debían actuar siguiendo los cánones de éstas…
La verdad es que sin la colaboración de los jugadores, documentándose adecuadamente sobre el background de sus casas madre y su origen, las partidas de Ars Magica pierden mucho sentido y casi toda la gracia. Entonces se pueden tornar en una mera partida de Contabilidad y juego temático donde fabricas cosas en tu turno para unos, y para otros en una mera excursión al dungeon o a las ruinas de un covenant abandonado en busca de tesoros en el más puro cliché de D&D de la caja roja.
Romastian Vanromer
28 septiembre, 2014 at 8:33 pm
Perdonen alguien puede decirme donde encontrar los libros necesarios que me hablen de los Flambeau..??? gracias
Teotimus
28 septiembre, 2014 at 11:22 pm
Bueno, más allá de lo que aparece en el libro básico, se analiza más en profundidad la casa en Houses of Hermes: Societates, que por ahora está solo en inglés, pero que puedes encontrar en Amazon, por ejemplo, o adquirir en PDF. También hay información de la casa en suplementos para ediciones anteriores como Houses of Hermes o el ya mencionado manual sobre el Tribunal de Iberia para tercera edición, pero esos puede costar un poco más encontrarlos…
Romastian Al - Andalus
1 octubre, 2014 at 3:22 pm
Muchas gracias, intentare buscarlos… a ver si corro con suerte jeje